miércoles, 23 de diciembre de 2009

Code is the law


En los pueblillos sin ley del salvaje oeste norteamericano la ley que imperaba era la ley de facto de los Colt y los Winchester. Existía un ordenamiento jurídico, pero la rápida expansión y colonización de los nuevos territorios era más rápida que la extensión de los mecanismos de la justicia. Clint Eastwood era parte, juez y verdugo.

Hoy día, a raíz del empuje de las tecnologías de la información y la comunicación se está produciendo una nueva expansión sin precedentes en otro nuevo territorio: el salvaje ciberespacio. En la siguiente gráfica, de Morgan-Stanley Technology Research, se aprecia la sorprendente evolución del uso de Internet en comparación con la implantación de otras tecnologías.


"640 KB deben ser suficientes para cualquier persona", no lo dijo, pero debió de pensar Bill Gates. 4.000 millones de direcciones IP deberían ser suficientes, debieron de pensar también al diseñar IPv4. La cuestión es que Internet está desbordando cualquier expectativa... bueno, menos la del teletransporte, que todavía está un poco verde.

Y como ocurrió con la expansión en el salvaje oeste, al igual que entonces, muchos de los conflictos que ocurren hoy día en el ciberespacio, debido a la naturaleza supraterritorial de Internet, quedan fuera del ámbito de los sistemas judiciales establecidos.

Pero en La Red del siglo XXI Clint Eastwood es un activista hacker, actúa sin ánimo de lucro en base a valores 2.0 y para resolver sus conflictos utiliza un sistema de resolución de disputas online (ODR).

Esta disciplina de resolución de conflictos, el ODR, es independiente del sistema judicial, o en todo caso complementaria. Se trata de un modelo de justicia 2.0, basado en el conocimiento de la comunidad.

El ODR se basa en una filosofía de resolución de conflictos alternativa, que trata de afrontar las disputas de una manera humanística, en ausencia de violencia y procurando guiar a las partes implicadas en el camino a la resolución del conflicto, para que esto ocurra de la manera menos traumática posible. Ésta es ya de por sí una ventaja sustancial respecto a los procesos jurídicos tradicionales.

Se trata de procesos asistidos por programas informáticos, donde el propio software, construido para guiar a las partes implicadas a partir de las experiencias registradas por otros usuarios, tiene un papel determinante. Estos programas ayudan a las partes implicadas a situarse en el contexto del problema, a aportar la información que se ha identificado como necesaria para la resolución y les aporta una perspectiva que ayuda a relativizar el problema. A su vez, el mismo software se retroalimenta con las experiencias recogidas y evoluciona en consecuencia.

Hay que tener en cuenta que el sistema legal no es efectivo únicamente porque se aplique sin falla la fuerza de la ley, si no porque el sistema legal transfiere un código de conducta a la sociedad y así, todo el mundo sabe lo que se puede hacer y lo que no, y actúa con confianza guiado por esos criterios. En este caso, el código de conducta se transfiere al código fuente del software ODR, el propio código fuente ODR se conforma como la ley del ciberespacio, evolucionando con la sociedad y sus necesidades. De esta manera, este tipo de software se conforma como una cuarta parte implicada de manera en el proceso de resolución del conflicto.

Las posibilidades de expansión del ODR son paralelas a la expansión a La Red. Cualquier servicio online con un número elevado de disputas podría dotarse de un sistema de este tipo que genere confianza en el usuario y filtre los conflictos judiciales.

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