lunes, 7 de diciembre de 2009

El perro y la cola infinitesimal

Se ha montado una buena con la inclusión en el anteproyecto de la Ley de Economía Sostenible de medidas de protección de la propiedad intelectual que incluyen la desconexión de Internet bajo el dictado de un comité de expertos. La respuesta ha sido la publicación de un Manifiesto de 10 puntos en defensa de los derechos fundamentales en Internet.

Este tema es recurrente en casi todos los blogs, pero no por ello es menos interesante, todo lo contrario, esta cadena de reacción explosiva lo hace merecedor de una ­reflexión a varios niveles:


  1. La primera reflexión que viene a la mente es obvia y vieja: el conflicto existente entre la resistencia de las empresas distribuidoras de cultura y las sociedades de gestión de derechos de autor a renunciar a su posición privilegiada y a sus intereses establecidos, contra los intereses de la ciudadanía con acceso a Internet, que ha encontrado en Internet un medio para acceder fácil y gratuitamente a todo tipo de información y contenidos multimedia (películas, libros, música, etc.).

    Hace unas semanas salían en la tele Loquillo, Rosario y algún otro cantante famoso (a quien yo no conocía), para hacer llegar con fuerza un mensaje, que por cierto no era gran cosa: la noticia era que 300 autores habían entregado 2500 firmas respaldando una declaración contra la piratería, y hacían declaraciones como que hoy día todo está muy caro y que la cultura hay que pagarla, y que están en juego miles de puestos de trabajo de la industria discográfica. No aportaban nada, ninguna idea nueva, ninguna propuesta, simplemente proponían negar los cambios para poder disfrutar de sus privilegios. Pero como se trata de personajes de la élite mediática fueron capaces de atraer los medios de información y salir en los noticiarios de todas las cadenas de televisión. Supongo que cientos de miles de personas estaban tan indignadas como yo mientras nos hacían tragar sin derecho a réplica dicho mensaje.


  2. Pero aunque éste es un tema suficientemente interesante, no quiero detenerme ahí. Me parece más atractivo dar una segunda vuelta a la reflexión llegando al estudio de la movilización en sí. Es un nuevo ejemplo del potencial de Internet como elemento para organizar a la ciudadanía, como los que se vienen produciendo últimamente a lo largo y ancho del mundo. Mejor aún, parece que el Gobierno ha escuchado y ahora se desdicen intentando calmar al personal. De todas formas, para mí, independientemente de la temática del debate, lo más interesante de este asunto es que puede suponer un hito en cuanto a la madurez de la ciudadanía, una ciudadanía que reclama a gritos que se le escuche (154.000 adhesiones en Facebook al manifiesto). La Administración Pública, que en todos los planes estratégicos se llena la boca con la palabra “participación ciudadana”, tiene ahora una oportunidad y una responsabilidad.


  3. Y esto hila con una tercera reflexión, generada al calor de un par de canapés con unos amigos tras una conferencia que ofreció Bernardo Hernández, el Director Mundial de Marketing de Google. Bernardo Hernández afirmaba que Google estima que actualmente se encuentra en Internet entorno al 15% de toda la información existente, pero que calculaban que en pocos años este porcentaje se acercará al 100%. En la misma presentación hizo un repaso a la historia de las evoluciones tecnológicas partiendo desde la invención de la máquina de vapor, mostrando cómo desde entonces la influencia en la sociedad producida por cada innovación tecnológica significativa (teléfono, televisión, etc.) había desbordado siempre todas expectativas, sorprendiendo y superando lo imaginado previamente. Las expectativas actuales sobre la Web versan hacia Web Semántica en la que las máquinas serán capaces de interpretar el significado.

    Esto me lleva a preguntarme:

    • ¿dónde vamos a llegar?
    • ¿en qué situación estamos?
    • ¿qué tenemos entre manos?
    • ¿qué está en juego?
    • ¿pudiendo vernos desde el futuro, en qué momento de la historia nos encontramos?.

    Si no fuera porque la idea de la inmortalidad infinita da tanto vértigo como la de la muerte, me gustaría ser inmortal para llegar a ver el presente con perspectiva de pasado. Desgraciadamente, ésta es también una idea recursivo-fractal como la de un perro que se persigue la cola, y que a cada vuelta que da, logra darle un mordisquito de un tamaño en proporción infinitesimal decreciente. Aunque dé vueltas por toda la eternidad, el pobre perro nunca conseguirá comerse toda la cola…

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